Una lindísima forma de hacer memoria
Por Miguel Carrillo Bascary
Quienes tenemos más de 50 no necesitamos que nos
expliquen que el “HERALDO” es un
cine, más aún, la puerta a una dimensión de fantasías y a nuestro tiempo de ser niños.
Durante cuatro décadas fue sinónimo de dibujitos animados, aunque el programa también mezclaba
cosas que los chicos considerábamos un mal necesarios, como los noticieros (tanto
argentinos como extranjeros), a veces sumaba algún interesante documental, aunque
para algunos amigos (con los que nunca estuve de acuerdo), también eran unos plomazos.
Trabajaba
“en continuado”, una modalidad
desaparecida pero que era muy cómoda, ya que al precio de una entrada el
espectador se podía quedar toda la tarde.
Aunque no tuviera aire acondicionado, sus techos
altos, los grandes ventiladores y la semioscuridad, eran tranquilo refugio para que algunos grandes entraran nada más que
por el placer de dormirse una siestita fresca en verano. Muchas veces los
acomodadores tenían que despertar a algún roncador. Iniciaba sus funciones a las 13 y se apagaba el proyector a las 24.
En su momento fue común que tras acompañar penosamente
a nuestras madres en sus paseos por la vecina galería “Rosario” (que había inaugurado el 25 de mayo de 1956) el
programa terminara en el “HERALDO”. Cuando ya éramos más grandes, ella quedó
liberada para sus paseos de compras y con nuestra, al fin ganada “independencia”,
nos íbamos al “HERALDO” bajo solemnísimo compromiso de salir a la hora pactada
con ella.
Como nos recuerda José
Malla, el “HERALDO” inició sus
funciones el 24 de abril de 1942 y era propiedad de la empresa United Cinema. El 13 de setiembre de
1957 se inauguró el sistema Cinemascope,
que implicó un importantísimo cambio de tecnología.
El 31 de
agosto de 1976 comenzó a dar
largometrajes con lo que desapareció el continuado, de manera que pasó a ser “un
cine más”, fue entonces que para los nostálgicos entró en la leyenda.
Tras una impase para refaccionarla, la
sala reabrió el 9 de enero de 1985 y así se mantuvo hasta el 1º de julio de 1992, en que se instaló
un bingo.
El 4 de julio de 1996 resucitó como cine bajo otra
empresa, hasta que el nefasto 29 de
marzo del 2000 cerró definitivamente debido el alto precio del alquiler. La
estructura permanece en píe, claro que con otros usos.
La viñeta que abre la nota es
cabal síntesis de aquellos sueños de chicos que nos reenvían a las funciones
del Heraldo. Es obra del excepcional Esteban
Tolj, cuyos maravillosos trazos están imbuidos de paisajes rosarinos. Como
muchas de sus obras se difundió en la otrora revista “EL VECINO” que con distribución gratuita supo circular hasta que se
convirtió en un medio virtual. Los invito a googlear a Esteban, no se van a
arrepentir.
La portada que se ilustra corresponde al , por
entonces estaba cumpliendo 27 años de fraccionada publicación.
Comentarios
Publicar un comentario