Crónicas del Monumento a la Bandera/5: Lola Mora

 Avatares entre la artista y la ciudad de Rosario 

Dolores Mora / Lola Mora

Por Miguel Carrillo Bascary

A comienzos del siglo XX una de las mujeres más famosas de la Argentina, con toda razón, fue la artista conocida como Lola Mora, tal como firmaba.

La artista llegó a Rosario el 29 de septiembre de 1902 precedida de su éxito en Europa, tenía unos 36 años, exhibía una femineidad encantadora y una habilidad para promoverse que hoy sería la envidia de un genio del marketing. Como correspondía a toda una personalidad fue alojada en el “Gran Hotel Central”, sito en calle Urquiza al 1200[1]. El “enamoramiento” entre Lola y Rosario fue instantáneo, pero como muchos, su final fue turbulento. Dígase también que la culpa fue mutua y que también entró a tallar otro protagonista, el Gobierno nacional. Este trío tuvo idas y vueltas, pero “terminó mal”, en 1925, cuando se rescindió el contrato con la artista.

A poco de su llegada a Rosario la artista presentó dos bocetos destinados a conmemorar el primer izamiento de la Bandera nacional, tras entusiasmar a muchos partió hacia Buenos Aires donde la esperaban nuevos proyectos. Subsistía aun la buena impresión que dejó, cuando en aquella ciudad se constituyó una comisión oficial[2] para llevar adelante el proyecto que se venía pergeñando desde 1871. Nada menos que el presidente en ejercicio, Julio Roca, y aquella primera figura de la política de entonces, el expresidente e historiador, Bartolomé Mitre, apoyaron la iniciativa. Al año siguiente el Gobierno nacional otorgó un generoso subsidio.

La artista al llegar a la ciudad

No fue sino hasta 1909, cuando este Gobierno tomó a su cargo su concreción cuando incluyó al memorial entre aquellos con que se buscaba conmemorar el centenario de la Revolución de Mayo[3]. Pocos saben que la Comisión del Centenario firmó el contrato con Lola Mora en el curso de ese año. El documento especificó: que tendría 18 metros de altura, que se asentaría sobre una superficie de 225 metros cuadrados, que la arquitectura se construiría en granito de Córdoba y que las esculturas serían de bronce, excepto la del coronamiento, que debía esculpirse en mármol de Carrara. Serían veinte figuras, dispuestas en derredor de un capitel doble, componiendo conjuntos alegóricos a la creación de la Bandera y a los primeros años de la nacionalidad. En la base se instalaría la piedra fundamental[4] del monumento que la Intendencia de Rosario hizo instalar el 9 de julio de 1898, acompañada de enorme entusiasmo popular. Se estipulaba también, que el memorial debía terminarse antes del 9 de julio de1911. Se emplazaría en la plaza “Belgrano”, lugar donde en 1812 estuvo la batería “Libertad” que albergó al primer mástil y a la primera bandera. Todo parecía factible. Más tarde las características de la obra variaron drásticamente, se olvidó al bronce y se reemplazó con mármoles. De momento, la artista se vio requerida por otros proyectos y en 1911 se instaló en Roma, desde donde dio comienzo al trabajo comprometido para Rosario, al que se la incluyeron modificaciones a la planificación inicial.

La composición preveía mostrar en lo alto a un “genio alado” que descendía sobre un capitel con la Bandera en sus manos. En un segundo nivel se representaba a una mujer tocada de un píleo mostrando haber roto las cadenas de la opresión. Sobre la base se dispondría una escena compleja, centrada en Belgrano con la Bandera en sus manos, que era bendecida por un sacerdote, ambos rodeados de militares y de pueblo. Como anacronismo objetable se reproducía el frontis de la Casa de Tucumán. En los otros tres lados, alegorías bélicas.

Corría 1916 y, con cinco años de exceso, el monumento distaba de terminarse, las desavenencias surgidas entre Lola Mora y el Gobierno nacional habían retrasado los pagos y los mármoles para las esculturas estaban embargados, en Italia. Fue entonces que terció la Municipalidad de Rosario[5] que facilitó los fondos para liberarlos de los acreedores, paralelamente dio comienzo a la construcción del basamento, lo que deslució la plaza que debía albergar a la obra. Cuando con el tiempo llegaron a Rosario los grandes cajones que contenían las esculturas, antes que un motivo de alegría se transformó en amargo testimonio. Aquellos mármoles exquisitamente esculpidos, destinados a lucir bajo el Sol, permanecieron por años en sus cajones, afeando la citada plaza. Ahí, en el más coqueto rincón de Rosario los paseantes pretendían no ver las gastadas maderas que ocultaban las obras de Lola, permanente recuerdo de un proyecto truncado.

Como pretendiendo desentenderse el problema, en 1927 el Gobierno nacional donó las esculturas a la Municipalidad de Rosario. En 1931 se quitaron los restos que todavía las aprisionaban y se las dispersó en varios puntos de la ciudad[6]. Sin una protesta, ni de "ellos", ni de los vecinos, se integraron al paisaje urbano con naturalidad y por décadas allí quedaron, por décadas.

Una de las esculturas del conjunto

Una decisión que a poco demostró ser desafortunada dispuso reunirlos en el “Parque Nacional a la Bandera” que brinda marco al Monumento que recuerda su creación, esto se resolvió en 1972, pero no fue sino hasta 1976 en que se concretó el traslado. Allí quedaron, sin ninguna protección contra las acciones vandálicas. Así las cosas, algunos chicos que festejaban su próximo “viaje de estudios” y ciertos “inadaptados”, como se calificó a otros responsables, pintarrajearon los excelsos mármoles de la etérea Lola.

En 1983 se pensó colocar, al menos algunos, en una plaza inmediata al Monumento[7] al iniciar su traslado la más importante de las esculturas perdió un brazo, lo que implicó suspender el procedimiento y luego abandonar la idea.

Hacia 1989 se dispuso instalar las obras junto al centro de convenciones del “Patio de la Madera[8]”. Ahí, careciendo de un contexto adecuado se exhibieron a la vista de los rosarinos que, apurados, transitaban por calle Córdoba desde Fisherton al Centro. Para peor se las intentó resguardar tras un cerco de alambre tejido con lo que parecían estar “en un campo de concentración”, como lo expresó el principal periódico local.

Tras varias iniciativas para darles digno alojamiento, no fue sino hasta 1997 que se pudieron concretar las loables intenciones. El lugar seleccionado fue, precisamente, el mismo en el que debieron reunirse para testimoniar la creación del Lábaro argentino. Ahí, en el espacio denominado “Pasaje Juramento”, entre las ondas acuáticas de la fuente que más tarde llevaría el nombre de su autora, las estatuas peregrinas encontraron alojamiento. Hacia el Este el Propileo del Monumento inaugurado, finalmente, en el año 1957 invita al caminante a acelerar sus pasos antes de sumergirse en la colosal obra de Guido, Bigatti y Fioravanti[9]; hacia el Oeste, el verde de la “Plaza 25 de Mayo” esconde la ciudad que trajina. A los lados de la cinta del puente, que amistoso atrae y cautiva la pequeñez humana las esculturas de Lola parecen flotar sobre las aguas de una fuente que memora el genio de las manos que les dieron existencia. Poco más allá la inacabada contra fachada de “Palacio de los Leones”, sede de la Municipalidad local, no hace honor al conjunto, tampoco el espaldar de una Catedral que, al filo del siglo que se iba, sacrificó su entorno para permitir el surgimiento del Pasaje[10].

Finalmente, con la inauguración de la primera etapa del Pasaje el 7 de octubre de 1997, los rosarinos pudieron recuperar las esculturas de Lola Mora asociadas al grandioso Monumento que recuerdo el primer izamiento de la Enseña nacional.

El Pasaje Juramento a poco de ser inaugurado

En definitiva

Tras la azarosa relación previa finalmente Lola Mora tuvo “su monumento” a la Bandera, en las figuras que hoy están emplazadas junto al “Pasaje Juramento” de la ciudad de Rosario.

Un digno y adecuado espacio para las obras de quien es reconocida como la mayor escultora argentina hasta el punto que, por Ley Nº25.003[xi] consagró al 17 de noviembre, fecha de su natalicio, como “Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas”.



Notas y referencias

[1] Más tarde fue el “Nuevo Hotel Imperio” y hoy es sede del sindicato de porteros.

[2] Ordenanza del 30 de mayo de 1903.

[4] La piedra se colocó en la entonces llamada “Plaza Brown”, que desde aquella fecha pasó de denominarse “Manuel Belgrano”, ocupaba el sitio donde aproximadamente se levantó la histórica batería “Libertad”, donde el prócer izó por primera vez la Bandera nacional, el 27 de febrero de 1812.

[5] Decreto Nº89/ 1916 (Digesto Municipal de Rosario, tomo 1914-1916, p.  69)

[6] “La Libertad” y “La Victoria” se instalaron en la fuente donde se cruzan las avenidas Avellaneda y Alberdi. “Belgrano” fue a dar al parque “Mitre”, del barrio que lleva su nombre; “La Madre y el Hijo”, al Hospital “V. J. Villela”; “El Sacerdote” se prestó al Colegio “San Juan Bosco”; “Los Soldados”, recalaron en el cuartel del Regimiento 11; mientras que “Los Gauchos” daban la bienvenida en el acceso al parque “Urquiza”.

[7] Por entonces la Municipalidad había adquirido varios inmuebles en la manzana comprendida por las calles Santa Fe, Córdoba y 25 de Diciembre (hoy J. M. de Rosas) que transformó en plaza para dar mayor resalto al Monumento.

[8] Hoy es el “Mercado del Patio”.

[9] Ángel Guido, Alfredo Bigatti y José Fioravanti fueron el arquitecto y los artistas que concretaron la construcción del Monumento, cuya obra se inició en 1943 y se inauguró en 1957.

[10] Para abrir el Pasaje “Juramento” fue necesario demoler la casa parroquial anexa al templo.

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