Izamiento en emblemático edificio

Una tradición más de la ciudad de Rosario

Es una fresca mañana, el Sol juega con las nubes mientras que la terraza, mojada por la lluvia de madrugada, muestra un aspecto inusitado. En el espacio, usualmente desolado en tan temprana hora de domingo, varios vecinos se reúnen convocados por un mismo y patriótico sentimiento. No es un día como todos, nada de eso.

 Por Miguel Carrillo Bascary

El momento

Son muchas las actividades con que en Rosario se conmemora cada 27 de febrero, en oportunidad de un nuevo aniversario de la creación de la Bandera Argentina.

Por supuesto que el acto central lo protagoniza el Intendente municipal, en compañía de funcionarios, referentes sociales y regular cantidad de público. Por lógica se concreta en el Monumento a la Bandera, a veces por la mañana o a las 18,30 horas, recordando el momento del primer izamiento, tal como nos lo relató el mismísimo general Belgrano.

Pero también se desarrollan otras, promovidas por iniciativas de particulares. Como aquellas que para este 2022, en que se celebran los 170 años del reconocimiento de Rosario como ciudad, por medio de una muy pluralista y numerosa comisión popular ha comenzado a desarrollar un extenso programa, de lo que informaremos próximamente.

El lugar

Hoy nos detendremos particularmente en el acto que realizaron los vecinos del Consorcio “La Rosario”, uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, única obra nuestra city que se debe a ese gran arquitecto que fue Alejandro Bustillo, quien también participó del anteproyecto seleccionado para construir el Monumento Nacional a la Bandera. De neto estilo academicista francés desde 1927 se erige en la ochava Nor Oeste de la esquina que forman las calles Urquiza y Entre Ríos. Fue levantado por la extinta empresa aseguradora que le dio su nombre, cuya renta debía dar respaldo al giro de su capital accionario. Consta de tres cuerpos con accesos independientes que se integran en una sola masa, conteniendo en su interior un gran jardín central que constituye un invalorable pulmón verde. Suma 60 unidades habitacionales y tres grandes locales comerciales en planta baja. La Municipalidad de Rosario lo declaró patrimonio de la ciudad. 


Un detalle de la fachada donde luce la Bandera nacional en su mástil

El hecho

En la mañana del domingo 27 de febrero, siendo las 9,30 se dio cita en la terraza del edificio "La Rosario" un grupo de copropietarios respondiendo a la convocatoria de uno de ellos, la Prof. Teresita Sánchez. Tuvieron por objetivo el compartir el singular privilegio de rendir homenaje a nuestra Enseña patria izándola en el mástil instalado en su punto a la calle de mayor altura. Aprovechando las facilidades de la tecnología digital desde un teléfono celular se reprodujeron los acordes de “Aurora” que con gran emoción entonaron los presentes.

Posteriormente se abrió un informal diálogo relativo a la efeméride y a la participación que tuvieron los rosarinos de 1812 en el épico acontecimiento, lo que derivó con toda naturalidad a considerar diversos aspectos sobre la historia de nuestro símbolo patrio. Para finalizar se repartieron a los presentes ejemplares del “Ceremonial de los Símbolos Patrios” que oportunamente fuera editado por la Fundación Los Arroyos, con el patrocinio del Programa Rosario cuna de la Bandera, de la Municipalidad de Rosario.

Todos los vecinos lucieron la escarapela nacional en sus pechos, mientras que diversos espacios comunes de la terraza y del acceso al edificio se mostraron ornamentados con banderitas y guirnaldas de flores celestes y blancas.

Como se verá una ceremonia sumamente sencilla, pero no menos emotiva que destaca la sensibilidad de los rosarinos. 

Origen de la tradición

El colocar mástiles que muestren banderas es una costumbre ya ancestral que deviene de los que se instaban en lo más alto de castillos y fortificaciones, donde los señores feudales exhibían sus estandartes, señalando su pertenencia a propios y extraños. Más adelante en se destinaron a mostrar las banderas nacionales, como bien da cuenta la Historia argentina. Entre aquellos relatos que nos han quedado se tiene presente el caso de la batería “Libertad”, precisamente donde el entonces coronel Belgrano izó por primera vez la enseña blanca y celeste. También puede contarse la colocación de banderas en los cabildos, en la “Pirámide de Mayo”, el fuerte de Bs. Aires, en iglesias y demás. Ya desde los tiempos de la colonia estaba divulgado ornamentar los frentes de las casas particulares con banderas pendientes de balcones y ventanas. (Puede verse: https://programa-rosariocunadelabandera.blogspot.com/2021/07/tips-para-embanderar-las-fachadas-en.html)

Cuando la tecnología permitió la construcción en altura la instalación de mástiles proliferó, así lo evidencian en Rosario los instalados en el Palacio Municipal, en las sedes de Correos, la Aduana, la Facultad de Medicina, Tribunales provinciales y tantos otros. La costumbre se reprodujo en edificios privados entre los que se cuenta el de “La Rosario”, claro está, pero también en otros de los que se construyeron a comienzos del siglo XX. En muchos casos se coronaron las cúpulas con mástiles: La Favorita, el Jockey Club, Gimnasia y Esgrima, la Bolsa, la Fed. Agraria, y tantos más; hasta la Catedral supo tener el suyo. Insensiblemente, la evolución de la Arquitectura dio paso a construcciones en propiedad horizontal que en Rosario promedian los diez pisos, por lo que la instalación de mástiles fue cayendo en desuso, al par que se mantuvo la tradición la de mostrar los colores nacionales en ventanas y balcones, muchas veces cubriendo la totalidad de la fachada.

Es importante recordar que las banderas representan tanto a un pueblo como al estado en que estos se organizan y que su izamiento plantea la identificación de la institución a la que pertenece la construcción con los ideales de la Patria.

En definitiva, siendo Rosario la ciudad “cuna de la Bandera Nacional” es una hermosa costumbre que algunos de los vecinos que habitan en aquellos edificios que porten mástiles icen sobre los mismos la Enseña patria y que en el resto se muestre con profusión el celeste y blanco. Una tradición cuya llama debe mantenerse viva trasmitiéndose a cada nueva generación, a despecho de la indiferencia insensible a tales manifestaciones de nuestra identidad de argentinos una actitud tan divulgada en estos tiempos de globalización y de olvido de nuestras raíces culturales. 


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