Un paseo eterno con todo el glamour de una época
Por Miguel
Carrillo Bascary
Desde una vidriera en la calle Maipú al 800 de
Rosario, justo frente a la sede del más que centenario “Jockey Club”, un
curiosísimo decorado retro sorprende
a los chicos. Allí en el estrecho espacio vidriado, un gran sedán
norteamericano de profusos y lucientes cromados, luce su estampa en delicados
tonos café, semicubierto de pieles de variado tipo y tripulado por dos
elegantes maniquíes tocados con sombreros acordes a la época. Sobre el capot, otro despreocupado maniquí femenino nos muestra sus galas. Como recurso de marketing tiene su encanto, aunque
reconozco que esta apreciación es subjetiva. Otros podrán aplicarle diferentes
adjetivos.
Llegado el siglo XX la moda de vestir pieles continuaba vigente
alcanzando un furor universal. Una verdadera industria surgida de la caza de
animales salvajes en su hábitat natural, que generaba un circuito comercial
donde la competencia era sencillamente brutal, en todas sus etapas. Las bellas
de todo el mundo lucían pieles en todas las latitudes, aún en los países
cálidos. La industria peletera alimentaba la incesante hambre que generaba la
alta moda. Zorros plateados, castores, tigres, leopardos, armiños, martas
cibelinas, visones y muchos más daban su vida en los altares de la
sofisticación. Las pieles eran sinónimo
de elegancia … y de poderío económico. Para los bolsillos más estrechos estaban
los cueros de potrillos nonatos y del cordero de astracán. Muchos bons vivants buscaban los favores de las
bataclanas parisinas regalándoles costosas estolas, aunque de ser posible un
tapado era el summum. Otros varones, respetables
hombres de familia, buscaban demostrar el amor de sus mujeres regalándoles un
abrigo de piel para algún aniversario de casamiento de los “importantes”.
Algunas niñas, en el despertar de su vida social, recibían de sus padres o
padrinos tapaditos con puños o cuellos pilíferos para sus cumples de 15.
Las prendas se lucían en toda ocasión: estrenos de teatro o de cine, bailes y recepciones
sociales, cocktails, dinner danzants, cenas elegantes, matinés,
hasta en paseos de compras y otras actividades cotidianas. Era la costumbre,
era lo usual. Llegó el momento en que casi toda mujer de buena posición contó
con pieles para vestir. Algunas prendas se pasaban de generación en generación
como bienes preciados que eran.
Avanzando el siglo la
actividad cinegética comenzó a decaer cuando el incesante saqueo a la fauna
natural hizo escasear tan particular materia primar. Surgió entonces la crianza en granjas, actividad que
incluso se prolonga hasta la actualidad, aunque en un volumen infinitamente
menor al que alguna vez tuvo. A mediados de los años ‘60 la tecnología habilitó
la variante industrial las pieles
sintéticas, que imitaban las naturales, con diversa suerte, marcada por su
calidad y precio. Así, en estas tierras argentinas se hizo común que las bellas
retornaran de Europa ataviadas con productos de este tipo.
Eso sí, siempre existió el
problema del paso del tiempo. Como todo producto natural las pieles necesitaban
mantenimiento (limpieza y peinado periódico,
como mínimo). Su guarda en tiempos de verano era otro inconveniente, en un
primer tiempo se guardaban celosamente en cajones de zinc que pretendían ser lo
más herméticos posibles. Claro que no toda familia disponía de espacio ni conocía
las técnicas pertinentes. En esta dimensión las peleterías, que las había en toda ciudad que se precie, prestaban
este tipo de servicios en la materia y alquilaban cámaras frigoríficas para su
depósito.
Así floreció esta actividad de la que todavía quedan exponentes, aunque
cabe señalar que con los años el giro comercial se fue aggiornando, abarcando también productos de cuero y servicios
accesorios, para lo que hoy se cuenta con evolucionada tecnología.
Ya sobre el fin del siglo
de las Guerras Mundiales, la bomba atómica, los vuelos en avión, la píldora,
los totalitarismos bestiales y el nacimiento de la tecnología digital, una nueva conciencia a nivel planetario
condenó el uso de pieles para la vestimenta humana. Sin embargo …
En el caso de la ciudad de
Rosario, la vidriera que motiva estas líneas corresponde a la Peletería “Federico”, que abrió sus
puertas en el año 1935. Me gustaría conocer el modelo y el año de fabricación del
vehículo (sería ca. años ‘50) pero, además, sería interesante recordar otras particularidades de ese negocio y
de los muchos similares que supo haber en nuestra ciudad. También sobre los
arcanos de esta moda ya pretérita.
Un desafío para los lectores de este Blog.
Buenas tardes, acabo de prestar atencion al trabajo presentado, en una tranquila lectura. Me gusto comparar su historia con otros acontecimientos de la epoca los cuales tienen similitud ambiental, pero tienen su particularidad como en este caso.
ResponderBorrarEn el fondo para mi es el deseo de quien escribe de dejar noticias para los que estan y los que vendran
felicitaciones.
Disculpe pero de acuerdo a mi opinion lo suyo es muy importante y hace a una frase que h leido recientemente. LA GENERACION DE HIERRO COMIENZA A CERRAR SU CICLO DEJANDO CAMINO A LA GNERACION DE CRISTAL.- UN ABRAZO
Palabras muy amables las tuyas Pedro. Bien lo dices vos. Intento transmitir algo de lo mucho vivido. En el año 2019 asistieron a las charlas, cursos y otras actividades del programa unas 4.500 personas, lamentablemente la pandemia frustró un 2020 que venía muy bien. Lo que ves en la página del programa es bastante escueto, mi apuesta principal por ahora está en www.banderasargentinas.blogspot.com que tiene una perspectiva menos local. Te invito a que lo mires, en el mes de enero 2020 se publicó un índice general. Cordial saludo
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