Una experiencia religiosa con dimensión histórica
Por Miguel Carrillo Bascary
El 5 de octubre de 1941, tuvo lugar en la ciudad la solemne coronación de la imagen histórica de Nuestra Señora del Rosario, que se veneraba desde 1773 cuando llegó especialmente encargada a Cádiz por los vecinos que se suscribieron a tal efecto.
Este tipo de coronaciones es una práctica tradicional de la Iglesia, por la que el Sumo Pontífice señala particularmente una imagen mariana a la devoción de los fieles. La ceremonia venía siendo preparada desde un año antes, cuando el entonces Obispo de Rosario. Mons. Antonio Caggiano convocó a participar del acontecimiento.
Se formaron numerosas comisiones y subcomisiones encargadas de los más diversos aspectos: Liturgia, invitaciones, transporte, alojamiento para el clero visitante y fieles llegados desde diversos puntos del país, hacienda, procesiones y concentraciones populares, actos públicos, música sacra, prensa, recepción de las alhajas para formar la corona, salubridad y otras.
Desde meses antes se cumplió una amplia secuencia de jornadas, novenas, conferencias y otros eventos destinados a facilitar que los fieles comprendieran la naturaleza religiosa del acto y conocieran la historia de la advocación proyectada en la vida de la comunidad de Rosario. También se concretó una gran colecta en favor de los necesitados. Respondiendo al pedido del obispo y de los organizadores, el empresariado rosarino contrató numerosos desempleados y el presidente de la Nación habilitó la construcción de la Escuela Normal Nº3. Las parroquias de toda la diócesis, cofradías, congregaciones radicadas en este ámbito, escuelas, colegios católicos y movimientos laicales se movilizaron con notable intensidad.
Comenzando el 1º de octubre se preparó un nutridísimo programa cuyas actividades se repartieron entre la Catedral y el altar levantado ex profeso, en la plazoleta comprendida por las calles Rioja, 1º de Mayo, Córdoba y la avenida Belgrano, que por este motivo hoy se conoce como “Plaza de la Coronación”.
Este altar monumental se ornamentó con un gran Rosario labrado en madera que hoy se preserva en el interior de la Catedral. Los espacios verdes se cubrieron con tarimas.
También hubo concentraciones específicas para los niños, estudiantes y misas de comunión. Asimismo, fue sorprendente la movilización de los hombres y jóvenes, en una procesión nocturna que recorrió el centro de la ciudad desde plaza “San Martín” hasta la Iglesia Catedral. Cabe aclarar que por entonces la participación de los hombres era muy minoritaria en las manifestaciones públicas de naturaleza religiosa, una situación motivada por los perjuicios sociales que tendían a identificar a las prácticas piadosas como “cosa de mujeres”.
La ceremonia central tuvo lugar en la tarde del domingo 5 de octubre. En aquel atardecer se dotó a las imágenes de Nuestra Señora y del Divino Niño con nuevas coronas diseñadas por el Arq. José Micheletti. Fue elaborada en la joyería de Carlos M. Perret por los artesanos: Ernesto Dücher, Emilio Alcántara, Víctor Occilupo, Carlos Candia, Victorio Fassano, Miguel Caballero, Carlos Bürkle, Frida M. de Bürkle, Alberto Astrada y Silverio Pérez. Se les sumó una aureola, como forma de resaltar la pequeña imagen, que es de poco menos de un metro de alto. Para esto se contó con las donaciones de metales preciosos y joyas que entregaron unas 850 señoras de la sociedad.
Ante una crecida multitud calculada en 200.000 personas se concretó la imposición de la corona, que culminó con la solemne bendición con el Santísimo Sacramento.
En el trayecto hasta el altar los procesionantes entonaron la primera parte de un himno especialmente preparado para la ocasión y luego de la ceremonia se llevó a la imagen hasta la Catedral, mientras se cantaba la segunda parte de la composición. Hoy la feligresía la corea en las festividades marianas.
Por la noche, el Gobierno de la Provincia homenajeó a los visitantes con un concierto en el Teatro “El Círculo”, que brindó la Orquesta Estable del Teatro “Colón”.
En forma complementaria se preparó una “Exposición de Arte Religioso Retrospectivo” en el Museo Histórico Provincial, primera en su tipo en la ciudad, que puso de relieve las raíces indígenas e hispánicas de esta vertiente del intelecto. Ahí se mostraron centenares de piezas de notable factura, muchas de ellas de antigua data, la mayor parte existentes en manos privadas.
Otro aspecto señalado fue la restitución a la ciudad de la histórica bandera que perteneció al Batallón “1º de Santa Fe”, que estuvo formado mayormente por rosarinos, quienes combatieron con gran bizarría en la Guerra de la Triple Alianza. Precisamente, el 22 de septiembre de 1866, al subteniente Mariano Grandoli fue muerto en el frente de batalla cuando hacía ondear el paño para animar el asalto a la fortaleza de Curupaytí. La pieza había tenido una azarosa trayectoria. Hoy se encuentra en el Museo Histórico Provincial de Rosario. Sobre esta historia prepararé una nota específica en un futuro próximo.
Para documentar lo actuado la Comisión organizadora hizo imprimir una completa crónica, de 226 páginas, cuya portada se muestra.
En definitiva
La coronación fue un acontecimiento que quedó marcado a fuego en la memoria de la ciudad, no solo los fieles católicos participaron en ella. En el acto central estuvieron presentes el entonces presidente de la Nación, Ramón Castillo, el Nuncio Apostólico (delegado papal), el cardenal primado de la Argentina, el gobernador de la provincia, el intendente municipal, 17 obispos y arzobispos, otras autoridades y personalidades del ámbito civil.
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