El púlpito de la Catedral de Rosario ¿Qué es? ¿Para qué sirve?

Testigo de un ayer, intriga en el presente

  Por Miguel Carrillo Bascary

El “balconcito” saben llamarlos los chicos. En muchas iglesias puede verse púlpitos, rezagos de los tiempos donde no existía tecnología electrónica; hoy permanecen como elementos patrimoniales, sean o no obras de arte en sí mismos. Su nombre deriva del latín “pulpitum”, que podría traducirse como “tribuna”. Fue en el siglo XII y particularmente desde el XIV, cuando se difundieron ampliamente.

Básicamente los púlpitos son cazoletas, usualmente construidos en madera, aunque también los hay elaborados con mampostería recubierta de piedras finas o mármol, principalmente. En ellos se ubicaba el lector y el sacerdote desde donde también predicaba a los fieles. Al estar sobre elevado sus voces se difundían mejor, si se le sumaba el tornavoz, que es una especie de techito o concha marina que suele recubrirlos, podía escuchárselos con mayor facilidad. Con esto quedan contestadas las dos primeras preguntas que abren la entrada.

De hecho, el púlpito hoy ha perdido su función original y eventualmente, se los emplea para emplazar alguna cámara de TV que se use para filmar las ceremonias.

No debe confundirse al púlpito con el ambón (de hecho, una especie de atril) ya que este es el mueble desde donde se proclama la Palabra de Dios, es decir donde se ubica el lector de las “primeras lecturas”; del salmo; del Evangelio del día, y desde donde hoy suele predicar el sacerdote.

Un púlpito tradicional consta de: la plataforma; el pretil que la circunda (si de agrupa estos elementos hablaremos de una cazoleta); el sostén (muchas veces formado por una o varias columnas); el tornavoz y la escalera, que permite acceder al mismo. A ello se la suma el atril, usado para sostener el Leccionario, que agrupa las lecturas litúrgicas. Antiguamente el púlpito se colocaba avanzando, hacia el centro de la nave principal, particularmente en alguno de los ángulos del transepto (brazo menor que forma la planta del templo), si lo había, o en cercanías del presbiterio, en los más pequeños, de esta manera la predica llegara a un mayor número de fieles. Todo dependía de la estructura general del templo.

En algunas iglesias existían púlpitos gemelos. Uno se usaba para leer las primeras lecturas y el otro para los Evangelios, desde donde también se solía predicar. En otras también se empleaba para destacar a los solistas del coro. Un uso práctico no reglado era que desde el púlpito se dirigiera el rezo del Santo Rosario, particularmente en días festivos o de novena.

Púlpitos gemelos (Catedral de Bs. Aires)

En cuanto a la ornamentación varían extraordinariamente, los hay de extrema sencillez y otros excesivamente cargados hasta el punto en que parecen una suerte de capilla. La regla indicaba que el púlpito no debía competir con el altar mayor y que su ornamentación debía ser complementaria. La historia de la Arquitectura nos señala que no siempre se preveía un púlpito cuando se construía un templo, generalmente se agregaba más tarde, conforme a la disponibilidad de recursos de la comunidad lo permitía.

Estilos que contrastan

Usualmente en los púlpitos se encuentra la Paloma, que representa al Espíritu Santo, advocación de sus luces para los lectores y el predicador. Otro elemento usual es un ángel con trompeta, que anuncia a los fieles la proclamación de la Palabra de Dios; también los hay los terminados en una cruz.

Un caso concreto

Tomaré como referencia para el análisis, el púlpito existente en la basílica y Catedral de Rosario (Santa Fe, Argentina), que dataría aproximadamente de fines de la década de 1880, cuando se remodeló el templo que está dedicado a Nuestra Señora en la advocación que dio nombre a la ciudad. Consta de una estructura de madera estucada, dorada a la hoja.

La cazoleta se afirma en el muro, por lo que carece de base propiamente dicha, la que se compone de una proyección aproximadamente cónica que remate en una piña. Este fruto es un símbolo que expresa la unidad de los files con Ntro. Señor Jesucristo, habida cuenta de su composición que contiene un tallo central, desde donde se desprenden sus folículos.

Como torna voz existe otra estructura cónica, de similar material rematada con un ángel haciendo sonar una trompeta, lo que nos remite a lo ya dicho. 

La superficie del torna voz propiamente dicho plana muestra la paloma del “Espíritu Santo”, ejecutada con exquisito gusto.

El pretil tiene forma tres caras principales y dos accesorias. Las primeras están adornadas con relieves simbólicos. En la central vemos, sobre un cojín ceremonial: un rosario; la corona que corresponde a María como “Reina y Señora de todo lo creado” y su cetro. En la derecha, se observan atributos episcopales; una mitra; un libro (símbolo del magisterio); una estola sacerdotal; un báculo y una cruz alta episcopal. En la cara restante, atributos papales, destacando sobre el conjunto la triple corona que antes usaban los sucesores de Pedro. A los segmentos que separan estos vanos los coronan querubines y de ellos descienden gajos vegetales con flores. El atril era removible y de él solo queda su fijación.


A la cazoleta se accede por una estrecha escalera excavada en el grueso muro que sirve de sostén de la gran cúpula. Sus características justifican una anécdota que se reputa verídica. Se dice que, a comienzos del siglo pasado, cierto sacerdote, famoso orador bíblico, fue invitado a celebrar misa y a predicar, pero el grosor de su humanidad no le permitió usar de la escalera. Una versión más chispeante dice que se quedó trancado.

Como vemos, el púlpito que conserva la Catedral de Rosario, nos ofrece una composición muy agradable, austero, pero al mismo tiempo solemne acorde a la nave y al magnífico Altar Mayor. Indudablemente es un elemento patrimonial de singular composición, que siempre despertará la curiosidad de todos.

Altar Mayor de la Catedral de Rosario
Como se observará, el púlpito guarda armonía, sin competir con el retablo
Vemos al párroco emérito, Mons. Raúl Giménez; a su actual titular, padre Osvaldo Mascerola y a su vicario, padre Juan Montedoro

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