Belgrano: ideales en acción

Manuel Belgrano,

la chispa de la revolución

Manuel Belgrano en su uniforme de "Patricio"

Por Miguel Carrillo Bascary


El título que abre esta entrada resulta apropiado para delinear el capital protagonismo del prócer en el amanecer de la revolución rioplatense. Aquí hilvanamos algunas referencias sobre su actividad que encendió la mecha del espíritu emancipador y que en 1816 eclosionará en la declaración de independencia de las “Provincias Unidas de Sudamérica”.

Pese a la extensa bibliografía que hay sobre el prócer hay aspectos en su vida que todavía permanecen velados, para el gran público. Estas breves líneas buscan ponerlos de relieve.

De esta manera continuamos transitando la conmemoración del “Año Belgraniano”.


13 de mayo, el día señalado.

En este día, pero de 1810, la fragata “John Parish” arribaba a Montevideo. En sus bodegas traía la confirmación de la noticia que disparará el proceso emancipador en Sudamérica.

Como era habitual se confiaba a los navíos los últimos números de periódicos para llevar los sucesos de Europa a las más alejadas regiones del mundo. En esos fajos de periódicos, obviamente escritos en inglés, principalmente, se informaba que exactamente tres meses antes había caído Sevilla y que se había dispersado la Junta Central que intentaba resistir a Napoleón. El Consejo de Regencia que procuró sucederla carecía de legitimidad y, mucho menos, del poder para continuarla.

La noticia del avance de Napoleón se había conocido extraoficialmente desde el 8 de abril cuando un navío mercante inglés la trajo al Río de la Plata.

El 14 de mayo fondeó ante Buenos Aires la goleta HMS “Mistletoe”, procedente de Gibraltar, al mando del subteniente Robert Ramsay que también traía periódicos que confirmaban que las tropas francesas ocupaban Andalucía y que la Junta de Sevilla de había disuelto, con lo que el rumor adquirió la debida entidad. De alguna manera Agustín Donado obtuvo una copia que tradujo y la comunicó a sus amigos Paso; Vieytes y Rodríguez Peña; posteriormente la participaron a Martín Rodríguez; a Saavedra y a Castelli y a Belgrano que se hallaba en la campaña. 

La noticia llega al Río de la Plata

Pero, antes de avanzar sobre estos hechos interesa que repasemos algunas referencias sobre el futuro estadista.


Ideales en acción

Manuel Belgrano llegó a Bs. Aires en 1794 trayendo en su mente y en su alma la chispa revolucionaria que despertaron sus estudios en España y las vivencias que allí capitalizó. Contra lo que evidencian las crónicas ligeras sobre su vida había forjado su ideario en España y gracias a España. No fue un importador de las ideas revolucionarias francesa; sin negar su influencia el espíritu renovador del prócer, éstas fueron la brisa que atizaron las llamas ya surgidas en su experiencia hispana.

Desde el Consulado buscó trasmitir la nueva savia a la apática sociedad de entonces. Los intereses egoístas de unos; la miopía intelectual de otros y la anquilosada estructura gubernamental no pudieron acallar ese espíritu veterano de la dura prueba de las limitantes circunstancias y, principalmente, del “ninguneo”, como diríamos hoy.

Tempranamente Belgrano evidenció su verbo. Pensemos sino en su actuación durante las “Invasiones Inglesas”, cuando por elección de sus propios camaradas de armas fue erigido como segundo comandante de los “Patricios”. Recordemos en el progresismo de sus informes consulares y en las líneas de acción que trasmitió desde el “Telégrafo Mercantil”. El carlotismo al que abrazó luego evidenció su incesante búsqueda de medios en las confusas condiciones que antecedieron al histórico 1810.

Es indudable que el espíritu revolucionario era parte mismo de Belgrano. ¡Que no daríamos nosotros por haber participado de uno solo de los cafés (o chocolates) que compartía asiduamente con sus amigos en el café de Marco![i] En aquella esquina de las hoy calles Alzaga y Victoria (hoy Alsina y Bolívar) justo frente al templo de San Ignacio; estratégica ubicación, por estar cercano a las dos Plazas; al Cabildo; al Fuerte y a la Recova. Como en toda mesa de este tipo, taza humeante de por medio, Belgrano atizó brasas emancipadoras en compañía de Castelli; Vieytes; Rodríguez Peña; Chiclana; Paso; Donado; Alberti y algunos más.


Un espíritu resuelto, un liderazgo trasformador

Donde verdaderamente podemos caracterizar a Belgrano como la chispa de la revolución es en el rol que cumplió en las horas posteriores a la llegada de esos dos navíos provenientes allende el Atlántico.

Cuando llegaron al río de la Plata las naves fueron abordado por sus autoridades portuarias. Tras verificar sus documentos del caso, una de las primeras tareas de los funcionarios era cerciorarse del tenor de la carga y de intervenir los periódicos y libros que pudieran haber transportado. Esta práctica era una tradición en el cerrado monopolio ideológico que ejercía España.

Un temporal ocurrido entre el 15 y el 16 de mayo demoró la posibilidad de que las autoridades conocieran las noticias de España hasta el día 18, pero también obstaculizó a los patriotas. El virrey Cisneros dispuso que se confiscaran los periódicos para tener tiempo de procesar las graves noticias y arbitrar los medios necesarios destinados a conjurar su efecto.

Así da cuenta el Prócer en su “Autobiografía”:

“… cuando habiendo salido por algunos días al campo en el mes de mayo, me mandaron llamar mis amigos a Buenos Aires, diciéndome era llegado el caso de trabajar por la patria para adquirir la libertad e independencia deseada; volé a presentarme y hacer cuanto estuviese a mis alcances; había llegado la noticia de la entrada de los franceses en Andalucía, y la disolución de la Junta Central; este era el caso que se había ofrecido a cooperar a nuestras miras el comandante Saavedra”.

Los acontecimientos crearon la oportunidad de aplicar la teoría de la retroversión de la soberanía al pueblo que tanto se había difundido desde los progresistas claustros hispánico y que se encarnó en los círculos americanos, particularmente desde la Universidad de Chuquisaca. A la postre este será el argumento central que insuflará la llama de la libertad de todo el continente.

Manuel Belgrano (Tomado de "Caras y Caretas", fragmento)

Nada escapó a la sagacidad de Belgrano que no desconocía las maquinaciones donde se teje la realidad a partir de los intereses de sector. Su puesto en el Consulado fue verdaderamente clave y le permitió contar con noticias que reservadamente le permitieron procesar los acontecimientos. Hemos de asumir también que Belgrano tenía una significativa red de informantes tanto en el puerto como en otros lugares de la administración colonial. Conocía muy bien que la información equivale a poder. De esto dio acabadas muestras a lo largo de la campaña que emprendió en el Norte, cuando supo articular una vasta red de inteligencia de la que se sirvió con rara habilidad.

En vísperas de los sucesos de Mayo es obvio que Belgrano estaba muy atento a todo signo que pudiera capitalizarse. Es de imaginar cuanto se habrá conmovido su espíritu cuando se impuso de la noticia que traían aquellos periódicos.

Conocemos bien como se desarrollaron los hechos en los primeros días de la “Semana de Mayo”. Me interesa resaltar acá que, por la mañana del 20 de mayo y en conjunto con Saavedra, Belgrano fue en nombre de los patriotas a exigirle al alcalde Lezica que convocara a un Cabildo abierto. Su rol de interlocutor con el poder revela la posición que ya se le reconocía En la entrevista el prócer evidenció el ánimo general vigente cuando manifestó[ii]: “El pueblo quiere ser soberano y libre”, lo que contrastó con la posición moderada del jefe de los “Patricios”.

La junta designada en primera instancia por el Cabildo estaba formada por los peninsulares Solá e Inchaurregui; amén de Castelli y Saavedra. Había sido constituida en contra la voluntad popular expresada en el Cabildo del día 22 de mayo, lo que generó una violenta reacción que se sumó al preexistente estado delibertativo. Ambos patriotas renunciaron y la presión sobre las autoridades se hizo insoportable. Mientras, se multiplicaban las reuniones hasta altas horas de la noche.

Un hecho que nos revela a Belgrano como actor principalísimo de los nuevos tiempos es su accionar en los complejos momentos que antecedieron a la renuncia de Cisneros. Nada menos que Tomas Guido, quien luego será íntimo confidente de San Martín y ejecutor de cruciales tareas políticas durante los gobiernos que desempeñó, nos explica en sus memorias[iii] que el 24 de mayo por la noche, estando reunidos los patriotas en casa de Rodríguez Peña ocurrió lo siguiente:

“… el señor Don Manuel Belgrano, mayor del regimiento de Patricios, que vestido de uniforme escuchaba la discusión en la sala contigua, reclinado en un sofá, casi postrado por largas vigilias observando la indecisión de sus amigos, púsose de pie súbitamente y a paso acelerado y con el rostro encendido por el fuego de su sangre generosa entró al comedor de la casa del señor Rodríguez Peña y lanzando una mirada en derredor de sí, y poniendo la mano derecha sobre la cruz de su espada dijo: - Juro a la patria y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde del día inmediato el virrey no hubiese renunciado, a fe de caballero, yo le derribaré con mis armas.”

Palabras que acogieron los presentes con un generoso aplauso; lo que ratificó el acerto de sus palabras magnificado por la emotividad contenida en ellas. A despecho de militares; académicos; hombres de iglesia e importantes comerciantes, Belgrano actuó entonces como catalizador de la reacción revolucionaria que pondría la soberanía en manos del pueblo.

Expresó así una imagen de fuerza y temperamento que poco tiene que ver con el atildado secretario del Consulado y que nos anticipa la resolución con que tiempo más tarde encará las responsabilidades que fueron depositadas en sus hombros cuando le tocó conducir los ejércitos de la Patria.

Pese a ser muy conocido en círculos historiográficos el suceso ocurrido en casa de Rodríguez Peña la mayor parte de los argentinos demuestra su sorpresa cuando se expone ante el gran público.

En aquellos momentos, el Prócer actuó vistiendo el uniforme que correspondía a su grado de mayor en el Regimiento miliciano de la “Legión Patricia”, en el que revistaba desde los sucesos de 1806. Es toda una definición desde la perspectiva de la imagen que buscaba trasmitir con su presencia.

Durante su vida Belgrano dio muestras de una innata percepción de la psicología social. Cierto algunas de ellas: fue él quien reclamó la escarapela; designo a las baterías de Rosario como “Libertad” e “Independencia”; creó la Bandera nacional; generó ceremonias inolvidables destinadas a perpetuarse en la memoria de los pueblos, como su bendición y juramento en la ciudad de Jujuy; fue el último en dejar esta ciudad cuando los días del Éxodo; entregó a ese mismo pueblo la “Bandera Nacional de la Libertad Civil”, emblema del estado de derecho, idea fuerza del movimiento; dotó cuatro escuelas con el premio merecido cuando bien podría haberlo aplicado a su persona; perdono la vida a los rendidos en Salta y Tucumán, como símbolo de la hermandad americana; en el Norte ,vistió el más humilde de los uniformes, el del cuerpo de Cazadores; pero también supo evidenciar su autoridad en los arreos de su caballo; renunció reiteradamente a los honores que se le dispensaron; sacrificó la comodidad de su cargo en la administración colonial; consumió su patrimonio personal en aras de la causa y hasta sacrificó la posibilidad de formar una familia que fuera bálsamo de sus días; en Tucumán se redujo a vivir en una humilde casa de dos habitaciones; hacía gala de un trato finísimo con los civiles; pero sabía imponer la dura disciplina militar de cuya observancia daba permanente ejemplo personal.

En suma, que en aquella histórica Semana de Mayo no fue casual que Belgrano haya vestido como patricio”, ni que llevara ceñida su espada al cinto.


El alba de la libertad

Llegado el día 25, siendo de mañana, el Cabildo volvió a reunirse para tratar la renuncia de la abortada junta. Fue la ocasión para que el sector españolista intentara atemperar los ánimos y ganar tiempo para reorganizarse. Enterados de ello algunos patriotas que estaban reunidos en casa de Azcuénaga, entre los que se hallaba Belgrano, ganaron la calle con presteza al grito de - “¡Al Cabildo! ¡Al Cabildo! - en cuyo recinto irrumpieron para exigir la deposición de Cisneros y manifestar la decisión de formar un nuevo gobierno.

25 de mayo de 1810, el pueblo en las calle

El accionar del Prócer en aquellas cruciales horas fue febril. Cuenta la historia que sirvió de enlace con aquella “muchachadas de decisión” que formaban los “Chisperos” encabezados por French que tuvieron tan activo desempeño en la caída del Virrey; el mismo grupo donde también se alineaban Domingo Beruti y el jovencísimo Vicente López, conocido mayormente como creador del Himno nacional. Ha trascendido hasta nosotros que cuando la deliberación del Cabildo Abierto Belgrano había articulado un código con los “Chisperos” apostados en la plaza; quienes en definitiva respondían a su influjo.

Tomás Guido nos hace saber que durante las deliberaciones en el Cabildo:

Todas las miradas se dirigen a menudo al General Belgrano, que es el encargado de hacer la señal con un pañuelo blanco, en el caso de que se tratara de violentar la voluntad de la Asamblea. Un grupo de patriotas, armados, estaba pendiente del movimiento de su brazo y pronto a transmitir la señal a los que ocupaban la plaza, calles y escaleras de la Casa Consistorial”.

En su caso, la turba irrumpiría en el recinto para hacer prevalecer la decisión revolucionaria. En esto vemos una nueva muestra en que Belgrano debía actuar como fulminante que daría curso a la explosión de las emociones de Mayo.

En su autobiografía, Belgrano confiesa no saber de cómo apareció en la nómina que en definitiva constituyó la Primera Junta. No debe pensarse en estos conceptos eran literales, lejos de él esta aparente inocencia. A mi juicio, la expresión del Prócer deviene de las turbulencias propias del momento en las que habrán navegado no una lista sino varias; tal cual como ocurre hoy en cada afiebrado cierre de nóminas previo a un acto eleccionario. Su figurancia como vocal, a nuestros ojos actuales se presenta opaca, cuando los antecedentes del personaje muy bien podrían haberlo posicionado como secretario, pero no debe sorprendernos, para nada. Belgrano siempre estuvo en primera línea cuando hizo falta; pero nunca maniobró en los meandros de los conciliábulos para alimentar la vanidad de su ego. Como testimonio sirve la forma en que ejerció sus comisiones en los ejércitos que condujo en el Paraguay; la Banda Oriental y el Noroeste.

Llegado el momento en que la Junta debía prestar juramento, el primero en hacerlo fue su presidente, Saavedra, oportunidad en que se vio que Belgrano y Castelli posaron sus manos en los hombros del primero, en tácito apoyo en tan cruciales momentos. Acto seguido el resto de los propuestos los imitaron recíprocamente, certificando la unidad de acción en tan significativa circunstancia. Nuevamente vemos aquí que este público gesto posicionó a Belgrano como un verdadero y cabal hombre de acción, no de gabinete.

Belgrano (*) en la Primera Junta de Gobierno



Resuelto el envío del ejército auxiliador a las provincias del Norte el Prócer fue activísimo impulsor de todo lo necesario para poder despacharlo.

Cierro aquí esta relación. Una nueva etapa se abría en la vida de Belgrano. La nación en ciernes iniciaba así el curso de su destino.


Conclusión

En estas breves líneas creo haber delineado a un Belgrano que encarnó como nadie el espíritu de la Revolución. A ciento diez años de aquellos acontecimientos de Mayo su ejemplo y decisión mantienen una innegable vigencia.




Notas:

[i] No hay acuerdo sobre su designación. Para algunos era “de Marcos”; para otros de “de Mallco” y también a quienes entienden que llevaba tilde en la “O”. ¿Qué importancia tiene el nombre cuando fue la cuna de la Revolución de Mayo? Se inauguró en 1801y durante setenta años atravesó su tiempo con variada suerte, como todo ámbito social.

[ii] Mario Belgrano, académico y descendiente del Prócer pone en su boca otra expresión: “El pueblo quiere saber si se hace o no se hace el Cabildo abierto”. En “Belgrano”. Inst. Nacional Belgraniano. Reimp. 2006. Bs. Aires. Pág. 78.

[iii] GUIDA, T. “Reseña Histórica de los Sucesos de Mayo”. Biblioteca de Mayo. Tomo V, edición oficial. Bs. Aires. 1960

[*La iconografía tradicional nos presenta a Belgrano en ropas de civil para enfatizar que no era militar de carrera, cuando lo adecuado hubiera sido representarlo con el uniforme de “Patricio” que según lo expuesto vistió en la “Semana de Mayo”.

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