Zona Franca de Rosario

Olvidando lo caduco – Recuperando ilusiones
  


Por Miguel Carrillo Bascary

Treinta y dos años atrás la creación de una zona franca cedida a Bolivia para su comercio internacional era una alentadora esperanza de desarrollo conjunto en momentos que la idea de integración regional aún estaba en ciernes.

A poco, el proyecto se frustró, lo que determino que a diez minutos de caminata del núcleo histórico de Rosario, a la vista del Monumento Nacional a la Bandera surgió un ámbito urbano deprimido; una suerte de enclave propio de una escenografía de “Terminator”.


Viejos galpones con cabriadas vencidas por su peso; techos de chapa hojaldrada; aterradores amasijos de metal que alguna vez fueron máquinas agrícolas; yuyales con el alto de una persona; rieles herrumbrados que desde muelles vencidos se sumergen en las aguas; todo encerrado entre una sólida reja y las aguas marrones del Paraná. Una verdadera postal del apocalipsis postindustrial. Esta es la imagen que hoy trasmite el sector.


Desde el año 2016 la acción conjunta del gobierno municipal y las autoridades nacionales, hizo que Cancillería encarara las acciones imprescindibles para lograr que Bolivia y Paraguay accedieran a devolver a Rosario las privilegiadas superficies, que se extienden desde el Club Náutico Rosario hasta la prolongación de la avenida Pellegrini. Acaba de concretarse.
 

Estos espacios fueron cedidos hace ya cincuenta años, cuando la realidad geopolítica y los cánones del comercio internacional eran otros, aunque de hechos, los cambios operados en el contexto y una política habían precipitado el abandono desde hacía tres décadas, como que el último amarre de un buque ocurrió en 1988.

Se abre una nueva etapa que permitirá renovar un espacio tan significativo para el uso de los rosarino. Los proyectos son varios y alientan la ilusión. Bien está.

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