Vivencias rosarinas

Historias de un Osito

Osi, 2019

Por Miguel Carrillo Bascary

No existen datos precisos sobre el momento en que el Osito hizo su aparición en las calles de Rosario; su historia se forma con pinceladas de emotividad.

Hay quienes me dicen que fue hace más de 25 años. Lo cierto es que pareciera que siempre estuvo ahí. Otros apuntan que el trabajo de Osi es patrimonio de toda una familia de plantígrados (así llaman los científicos a los osos) y que, en realidad, hubo una sucesión de osos. La primera habría sido una osa, pero se la llevó un mendocino que se enamoró de ella.

Desde aquellos primeros momentos en que salió de su Cueva, el peluche despertó el cariño y la imaginación de los más chiquitos. Con el tiempo se fueron haciendo grandes, apurados, aburridos, “gente importante”, muchos con tres trabajos.

Sin embargo, y a pesar de las preocupaciones de la vida todos guardan todavía la imagen de Osi en el desván de sus recuerdos acompañado por alguna una sonrisa nostálgica.

Los años fueron haciendo mella en el físico de Osi. Fue entonces que todos los rosarinos pudieron constatar que para el Osito también pasan los años.

Es que el Osi siempre trabajó, algo que muchos deberían tomar como ejemplo. Su jornada laboral es de doce horas, generalmente. Nunca tomó vacaciones. Nunca tuvo la oportunidad de capacitarse para cumplir otras funciones que le fueran más placenteras.

Tanto trabajó Osi que no tuvo tiempo de formar familia; o quizás sí, como decíamos.

Osi tiene miles de hermanos y de hermanas; que salieron de la misma Cueva que él. Pero también tiene tíos y abuelos que lo han venido acompañando durante todos estos años, los mismos que muchas veces llevaron a los pequeños de la casa “para ver al Osi”.

Además, Osi tiene miles de amigos y parece que hasta una “propiedad”, la esquina que ya sabemos. Pero, “la calle es dura”; “hay que pelearla cada día”. Osi también sabe de luchas. Fue un amigo común quién me hizo saber que algún inspector “mala onda” intimó a los patrones de Osi para que lo sacaran. Quizás las razones eran formalmente validas, al parecer se dijo que “usurpaba el espacio público”. ¿Qué aburrido el funcionario, no? Por suerte alguien pudo intervenir a tiempo y Osi siguió “cumpliendo funciones”, ya era parte misma de la realidad rosarina.

Ese cariño que siempre supo despertar Osi hizo que 2013 tuviera un espacio en las redes sociales; fueron literalmente miles los activistas que se sumaron pidiendo la “libertad de Osi” que por entonces aparecía algo cansado; agobiado por el trabajo. 

Que no se vuelva a repetir

Un video de Youtube testimonia la solidaridad de Mona y Leo, quienes convocaron “a los medios” para llamar la atención sobre la situación de su amigo (https://www.youtube.com/watch?v=GAsZ4yjixns)

Mona y Leo, el "Frente por la liberación de peluches" en acción

Ya sabemos como son estas cosas en pleno siglo XXI, sus patrones tuvieron que aflojar y Osi fue liberado. Demostración palpable de la fuerza participativa de los nuevos tiempos.

Más de uno recordará que por entonces la causa de Osi llegó al principal diario de la ciudad, aquél que fuera de Ovidio Lagos. ¡Fue con foto y todo! Así, Osi quedó decididamente inmortalizado en la historia ciudadana. No era para menos, se lo merecía.

Diría un cronista, en su “larga y prolífica trayectoria” Osi había conseguido enternecer muchos de corazones y despertar otros tantos miles de sonrisas. Se merecía largamente el homenaje. Como dicen los abogados, esos que también son amigos de Osi, “Se hizo Justicia”.

Por varios meses su puesto de trabajo quedó vacío. Solo los perros se acercaban a la columna, para hacer lo suyo. Claro, ya no estaba Osi para cuidar el espacio.

Otros “calificados testigos” del barrio hacen su aporte y nos cuentan que Osi tiene un rol activo en la vida de la cuadra; a veces se viste como ayudante de Papá Noel; otras luce una bufanda futbolera; etc.; etc.

Como todo el que labura en la calle, Osi también sufrió “hechos de inseguridad” por parte de algunos “desaprensivos marginales” y, cuentan sus patrones, hasta experimentó un secuestro del que fue rescatado por un valiente taxista que arriesgó su vida en la operación.

De la amarga experiencia Osi quedó con un trauma, por eso pidió ser atado a su columna, para evitar otro suceso parecido.

Por razones de trabajo (el mío) dejé de pasar por la esquina de Entre Ríos y la cortada Ricardone, la misma que por años había sido de Osi.

Hace poco, antes de la Navidad volví por esos pagos. Para mi sorpresa y alegría, fue entonces que lo vi. Ahí estaba él. Imperturbable, trabajando como siempre. ¡Osi había vuelto! No conozco las circunstancias. ¿Acaso importan?

Una imagen telúrica paso por mi mente: “La vuelta de Martin Fierro”. Quizás no sea para tanto, obviamente, pero la sorpresa fue mayúscula, lo había dado por muerto.

Eso sí, quizás no importe mucho como volvió el Osi, pero la curiosidad humana siempre agradecerá que alguien me cuente que pasó.

Lo bueno; lo lindo; lo alegre; es que Osi, el “oso de la cortada” como cuenta la leyenda, esta otra vez formando parte del paisaje rosarino, para alegrar a otra generación de chicos … y chicas.

La esquina ya no es la que era, el progreso la alcanzó irremediablemente y hoy luce una vereda nueva, parejita, ancha, como invitando a los chicos para que se sienten a jugar o quizás a bailar con el Osi en el centro de la ronda.

Hoy Osi luce renovado, su pelo está lustroso, suave; lindo; rejuvenecido; abriendo los brazos en un amistoso gesto de amistad a todos los que pasan.

La más antigua foto de Osi que encontramos en la red


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