Promesa a la Bandera: Parte 4

La promesa a la Bandera argentina

Parte 4: Los extranjeros y la promesa

Por Miguel Carrillo Bascary



¿Un extranjero puede prometer la Bandera nacional?

Anticipamos que la respuesta es afirmativa, rotundamente. Hoy, la presencia de niños extranjeros en nuestras escuelas públicas y privadas es una realidad que dista de ser excepcional y no puede marginárselos de un acto de tanta trascendencia como la promesa a la Bandera.


Hay circunstancias históricas que avalan que los foráneos presten no solo una promesa sino hasta un juramento de fidelidad a la Bandera argentina. Muchos extranjeros que participaron de las luchas por nuestra Emancipación, formulaban el pertinente juramento al enrolarse en nuestras Fuerzas Armadas. El principal exponente es el almirante Guillermo Brown, nacido en Irlanda, que comandó repetidas veces la Marina nacional, desempeñándose con marcada heroicidad y que incluso, llegó a gobernar la provincia de Bs. Aires.

 
Guillermo Brown

También hicieron lo propio muchos otros extranjeros que se enrolaron en nuestro Ejército y Marina en las postrimerías del siglo XIX, cuando aún era factible que se incorporaran a sus filas ciudadanos de otros orígenes. Este juramento era condición sine qua non para el enrolamiento. Hay ejemplos múltiples de aquellos que honraron su compromiso hasta con sus vidas.

Las circunstancias en que un alumno extranjero promete fidelidad a nuestra Bandera son múltiples y cada una merece la debida atención. El consejo obvio será que los docentes trabajen con el niño el concepto y las implicancias de la promesa a la Bandera argentina; pero también hay que hacer lo propio con su núcleo familiar. Más aún será pertinente recabar la autorización de sus padres como planteo inicial para abordar la situación.

Es factible que más allá del lugar de su origen la familia tenga un fuerte compromiso con nuestro país por razón de su vida, pero también es previsible que en ella se cultive acendradamente el vínculo con su patria, hasta el punto que la promesa del niño pueda generar, como mínimo, una incomodidad y como máximo, un desajuste importante con potenciales repercusiones para su futuro. Se impone evitar toda situación de desencuentro.

Aportamos una anécdota verídica que bien puede ilustrar lo expuesto. Ocurrió que un niño extranjero hizo la promesa a la Bandera argentina en su escuela y posteriormente sus hermanos lo hicieron objeto de sus pullas llamándolo "argentino"; despectivamente, lo que generó un conflicto interfamiliar de cierta significación.

Una vez definido que un niño extranjero realizará la promesa, habrá que analizar si lo hace por la misma fórmula que sus compañeros o conviene componer una especial. En este último caso habrá que articular muy bien los conceptos y elegir el vocabulario con cuidado para que no incurrir en una eventual antítesis entre su patria de origen y nuestra nacionalidad. En ciertos ámbitos pueden aflorar estereotipos con efectos xenófobos, aislacionistas, chauvinistas o como quiera llamárselos; particularmente en zonas de frontera; es obvio que son inadmisibles.

Como complemento de lo expuesto convendrá realizar acciones propedéuticas para con sus compañeritos, a fin de que entiendan cabalmente lo que implica que un extranjero prometa a la bandera argentina y, eventualmente, que asuman los porqués de la diferenciación en las palabras elegidas.

En la planificación del acto protocolar corresponderá tomar las previsiones adecuadas e incluir alguna glosa en el guion de la ceremonia, de manera que durante la alocución se explique al resto de los presentes el significado del acto.


Una interpretación más formal

También puede interpretarse que cuando un extranjero realiza la promesa a la Bandera nacional no implica renegar de sus vínculos con el país de origen, ni tampoco crea de por sí vínculos afectivos con la Nación argentina sino que expresa el compromiso de acatar su Constitución y sus leyes, cuya generosidad para con los extranjeros está reconocida en el Preámbulo y que se traduce en múltiples formas.


¿Qué hacer si el niño extranjero no “promete la bandera”?

En el imaginario infantil de un niño de diez años, que es la edad acostumbrada en Argentina para protagonizar este ritual cívico, la ceremonia tiene mucho de iniciática. Más aún cuando se concreta en el curso de un viaje hacia algún lugar histórico o se la rodea de un aparato simbólico que distingue a los promesantes (Ej.: uso de vestimenta o atributo especial).

Es indudable que la experiencia genera un “nosotros” en el grupo etario. Si un niño extranjero no “hace la promesa” quedará diferenciado de sus pares, más allá de toda racionalización que pueda hacerse de la situación. Esto demanda un especial esfuerzo de atención de los padres y docentes para con el niño en cuestión e incluso, demandará la colaboración de sus compañeros.

Un procedimiento sería permitir que el niño esté presente en la preparación de las actividades, y participe de la formación durante la ceremonia, junto con sus compañeros, pero instruirlo de no expresar la fórmula de promesa, quedando subsumido en la actitud general. Esta posición tiene la ventaja de no ponerlo en evidencia evitándole el estrés de quedar expuesto ante la comunidad educativa como un "diferente".


¿Un niño argentino puede prometer lealtad a la bandera de otro país?

Si bien no existe una prohibición expresa, un acto de esta naturaleza es todo un contrasentido y no debería practicarse en ningún establecimiento escolar argentino. Una actitud de esta naturaleza puede generar confusión, tanto en el niño como en la comunidad.


En alguna escuela que instituyó esta práctica se intentó justificarla como una pauta de integración entre los niños argentinos y sus compañeros extranjeros; explicando que era una muestra de respeto al símbolo de otra nación.

Cabe entender que, hay numerosísimos actos que pueden promoverse para señalar el respeto que se merecen los símbolos de otros estados, pero no precisamente el de prometer fidelidad a una bandera extraña.

Si se analiza debidamente el contexto, tampoco corresponderá que un niño extranjero que concurra a un establecimiento escolar argentino prometa fidelidad a la bandera de su nación como parte de su escolaridad. En su caso, corresponde que lo haga en el seno de su propia comunidad nacional.

Por similares razones, tampoco es pertinente que los alumnos de establecimientos educativos vinculados con alguna comunidad extranjera formulen promesa a la bandera de ese país.

La promesa a nuestra Bandera no es un acto banal, tampoco puede considerarse un signo de afinidad o de simple protocolo internacional.

Adelantándonos a algunas consideraciones apuntamos que es muy distinto que los argentinos acompañen el canto del himno de otro país ya que este acto no implica compromiso alguno. En todo caso solo es una manifestación de respeto; afinidad y coincidencia en los valores que expresa la composición.

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